Eso dijo mi abuela hace unas semanas. Quizás es verdad. Lo que está claro es que no voy a esperar casi 92 años para darme cuenta.
Desde éste lunes, mi tía y ella se han venido a vivir con nosotros. Ya no está en condiciones de hacer nada y (no se si de repente) se ha vuelto una dependiente. Es duro ver como una persona, poco a poco, se va deteriorando hasta convertirse en poco más que en un envoltorio. Lo viví de cerca con mi padre y no es agradable, para nada. También empieza a ser consciente de que ésta es la recta final y no para de repetírmelo. Me voy a morir, me dice. Éstos días también he estado cabreado conmigo y con todos. Me he planteado, en un ejercicio de auto-reflexión, que pasaría si no la hubiera conocido, si no me hubiera casado y si no hubiera tenido hijos. Me ha dado por pensar incluso en que todo ha sido un intento fallido por integrarme en un mundo en el que los demás se mueven con soltura y yo no. Mi respuesta a todo es que me queda mucho camino por recorrer (espero que no sean tantos años como mi abuela y morirme mucho antes) y que voy a pasar días malos, muy malos, en los que no voy a ver un atisbo de mejora en mi hijo y en los que me cuestiono si todo lo que he pasado no ha sido un tremendo error. Ayer, mi vida no tenía arreglo y me acordé de la frase de mi abuela, mientras en el móvil un escueto y aséptico " hola " aparecía en la pantalla. La persona a la que juré amor eterno y con la que viví 9 años me escribía un mensaje por compromiso. Una trampa, no lo olvides
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