Eso dijo mi abuela hace unas semanas. Quizás es verdad. Lo que está claro es que no voy a esperar casi 92 años para darme cuenta.
Desde éste lunes, mi tía y ella se han venido a vivir con nosotros. Ya no está en condiciones de hacer nada y (no se si de repente) se ha vuelto una dependiente. Es duro ver como una persona, poco a poco, se va deteriorando hasta convertirse en poco más que en un envoltorio. Lo viví de cerca con mi padre y no es agradable, para nada. También empieza a ser consciente de que ésta es la recta final y no para de repetírmelo. Me voy a morir, me dice. Éstos días también he estado cabreado conmigo y con todos. Me he planteado, en un ejercicio de auto-reflexión, que pasaría si no la hubiera conocido, si no me hubiera casado y si no hubiera tenido hijos. Me ha dado por pensar incluso en que todo ha sido un intento fallido por integrarme en un mundo en el que los demás se mueven con soltura y yo no. Mi respuesta a todo es que me queda mucho camino por recorrer (espero que no sean tantos años como mi abuela y morirme mucho antes) y que voy a pasar días malos, muy malos, en los que no voy a ver un atisbo de mejora en mi hijo y en los que me cuestiono si todo lo que he pasado no ha sido un tremendo error. Ayer, mi vida no tenía arreglo y me acordé de la frase de mi abuela, mientras en el móvil un escueto y aséptico " hola " aparecía en la pantalla. La persona a la que juré amor eterno y con la que viví 9 años me escribía un mensaje por compromiso. Una trampa, no lo olvides
jueves, 25 de octubre de 2012
martes, 23 de octubre de 2012
un día especial
Me he levantado temprano y he desayunado muy poco..casi no tenía hambre. Luego me he dedicado a hacer unas chapuzas. Sobre la una, aproximadamente, me he duchado y he ido a buscar a mi hijo al colegio. Parece que hoy sale contento. Bien. Nos vamos en mi coche y en media hora nos plantamos en casa. Lentejas para mi y croquetas para él. Acaba de comer y sale corriendo a columpiarse. Mientras tanto, leo un libro. Luego saltamos en la cama elástica y pintamos en el suelo con tizas gigantes. Se hace de noche pronto, muy pronto.Ya no hacemos deberes. Le baño y le preparo la cena. Tortilla de patata. La llamo, quedamos y nos vamos. Vuelvo a casa. Ceno algo (muy poco) y veo el fb, el correo, su blog y una página de instrumentos musicales. Me voy a dormir. Apago la luz. Otro día más.
viernes, 19 de octubre de 2012
el arte (perdido) de la conversación
Otra vez en la página. Otra vez. Busco y localizo. Sólo veo rostros y fotos manipuladas para que no pueda reconocer a gente o para que me fije en detalles que ni siquiera quiero saber. Hablo con gente que no conozco de cosas que ni siquiera me importan. Hay que llenar huecos, de eso se trata. ¿Tú no tienes foto?. ¿Llevas mucho tiempo aquí?. ¿Cuando fue tu última relación?. ¿Te gusta dar paseos por el campo?. No, no me gusta hablar de estupideces. Mientras tanto, el interés disminuye. Me desinflo. Mis palabras se van acumulando, atropelladas, en un enorme bloque de cemento. Son grandes cantidades de nada. En eso se van a quedar. No me gusta.
Me llama la atención la imagen de alguien que ha borrado parte de su pasado. Se ha quedado con un pedazo de ese día y esa hora de felicidad. Y ha tirado el resto. Y el resto se ha ido a ese limbo de fotografías que nunca tenían que haber existido, si hubiéramos conocido sólo unos segundos antes, lo que nos iba a pasar.
Como esa foto que ayer se cayó de un libro y que quise tirar a una papelera. Pudo ser, pero nunca fue nada.
Me llama la atención la imagen de alguien que ha borrado parte de su pasado. Se ha quedado con un pedazo de ese día y esa hora de felicidad. Y ha tirado el resto. Y el resto se ha ido a ese limbo de fotografías que nunca tenían que haber existido, si hubiéramos conocido sólo unos segundos antes, lo que nos iba a pasar.
Como esa foto que ayer se cayó de un libro y que quise tirar a una papelera. Pudo ser, pero nunca fue nada.
martes, 16 de octubre de 2012
2.45
Vamos a jugar parar el tiempo unos instantes. Sólo los necesarios como para dejar de pensar. Quiero que me digas lo que ves por tu ventana. Que te sientes en tu sillón y cierres los ojos. Ahora trata de recordar el roce de una mano o cómo huele su pelo... El sonido de su nombre y el brillo de sus ojos al acordarse de una fecha. Deja atrás tus dudas porque, en éste instante, no existen. El tiempo se va a parar. Y mientras en cada ventana de cada edificio que has visto se percibe la vida, en la tuya, inexplicablemente, no hay nada. Porque ahora, en éste instante, no necesitas que ocurra algo. De verdad que no lo necesitas. De verdad
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lunes, 15 de octubre de 2012
zerkalo
Este fin de semana tan largo que (menos mal que) ya ha pasado se han sucedido acontecimientos que ni siquiera tenía constancia de que hubieran pasado antes. Otros han ocurrido sin que me diera cuenta de ellos. Pero uno en concreto me ha llamado la atención. ¿Es posible que, como en una vieja radio que emite ondas electromagnéticas, alguien , parecido a ti, haga lo mismo?. Pues sí, parece que ocurre. Me quedé estupefacto al comprobar que, otra persona (muy cercana a mi hace poco tiempo) era capaz de escribir algo bastante (muy) similar a lo que yo había escrito una semana antes. Los dos lo hemos expresado de forma diferente pero en el fondo todo estaba ahí. Creo que hemos tenido experiencias muy parecidas y quizás esa sea la causa. Retomo pedacitos de nuestra (diminuta) convivencia y percibo de veras el porqué de sentirme tan a gusto y de que ella lo estuviera conmigo. En alguna ocasión me llego a expresar que se sentía cómoda en ciertas situaciones muy particulares y que no ocurría con otras personas. Me pasaba lo mismo. Y yo no voy a negar tampoco que el verla o escucharla ofrecía en mi un resultado terapéutico mayor que cualquier tratamiento posible. Probablemente estamos hechos del mismo material
La vida nos ha llevado por caminos muy diferentes y hemos tenido compañeros de viaje equivocados. Pero aunque todo ésto coincida hay algo que se me escapa y que me sobresalta. No se si fuimos o si llegaremos a ser una pareja perfecta. Lo que si que se es que, inexplicablemente, ella es un espejo. Está todo ahí..mi carácter, mis dudas y mis miedos, mis mejores momentos y sobre todo, la forma de preguntarme siempre por qué hay un porque para todo. Aunque ahora ella ya no lo hace (o por lo menos eso me ha dicho).
La vida nos ha llevado por caminos muy diferentes y hemos tenido compañeros de viaje equivocados. Pero aunque todo ésto coincida hay algo que se me escapa y que me sobresalta. No se si fuimos o si llegaremos a ser una pareja perfecta. Lo que si que se es que, inexplicablemente, ella es un espejo. Está todo ahí..mi carácter, mis dudas y mis miedos, mis mejores momentos y sobre todo, la forma de preguntarme siempre por qué hay un porque para todo. Aunque ahora ella ya no lo hace (o por lo menos eso me ha dicho).
jueves, 11 de octubre de 2012
ainsi soit-il
Ayer me pasó una cosa curiosa. Tengo la costumbre de mirar su blog de vez en cuando y, no sé porque (si, lo sé, pero no lo digo) me puse a leer algo que había escrito hace tiempo, antes de conocerme a mi. Por una asociación estúpida pensé que ese era su estado de ánimo actual. Pero no. Ella sigue feliz, y me alegro. Aún así, le contesté,como si un fantasma del pasado se hubiera parado ahí, en abril, y se sentara con ella a hablar.
No se,tengo la sensación de que todavía vivo en el pasado y que necesito salir. Aunque las cosas han cambiado mucho, en lo esencial todo sigue igual. ¿Y qué sigue igual?...lo de siempre, mi incapacidad para poder dominar los acontecimientos. Siempre pienso en los daños colaterales y me convierto en una persona capaz de inmolarse antes de que todo estalle por los aires. Llego,valoro lo bueno, me meto lo malo en el bosillo y me lo llevo. Así lo hago. Luego, no entiendo porqué la gente no se da cuenta de éste "sacrificio". Quizás sea porque soy yo el que está equivocado y no haya necesidad de salvar a nadie. Ni de hacerme el héroe. Ni tampoco el lanzarme en plancha para parar los golpes de la vida. A partir de ahora, pienso pasar por los acontecimientos de puntillas. O lo voy a intentar. Sólo me falta firmar, pero que no sea con un lápiz o un boli de aquellos cuya tinta se podía borrar.
Tengo 6 cosas en mi cabeza, pero tú no eres ninguna de ellas...puede ser... estaré seguro de ello mañana...
No se,tengo la sensación de que todavía vivo en el pasado y que necesito salir. Aunque las cosas han cambiado mucho, en lo esencial todo sigue igual. ¿Y qué sigue igual?...lo de siempre, mi incapacidad para poder dominar los acontecimientos. Siempre pienso en los daños colaterales y me convierto en una persona capaz de inmolarse antes de que todo estalle por los aires. Llego,valoro lo bueno, me meto lo malo en el bosillo y me lo llevo. Así lo hago. Luego, no entiendo porqué la gente no se da cuenta de éste "sacrificio". Quizás sea porque soy yo el que está equivocado y no haya necesidad de salvar a nadie. Ni de hacerme el héroe. Ni tampoco el lanzarme en plancha para parar los golpes de la vida. A partir de ahora, pienso pasar por los acontecimientos de puntillas. O lo voy a intentar. Sólo me falta firmar, pero que no sea con un lápiz o un boli de aquellos cuya tinta se podía borrar.
Tengo 6 cosas en mi cabeza, pero tú no eres ninguna de ellas...puede ser... estaré seguro de ello mañana...
miércoles, 10 de octubre de 2012
los apóstoles y el concierto punk
El 4 de junio de 1976 en un teatro de Manchester actuaron los Sex Pistols. Asistieron solo 42 personas. Es una cifra ridícula a nivel cuantitativo pero aquella reducida audiencia, después de ver una revelación que ocurrió justo a unos pocos metros suyos, cambió toda la historia del rock y el pop de las dos generaciones siguientes.
No es lo que otros ven. No es siquiera lo que otros te dicen que tienes que ver. Es lo que tú ves y la emoción que te produce. Probablemente sea necesario que ocurra algo especial para que lo consideres. Es vital para que tú mismo te creas que no debes substituir algo que no tienes por algo que tú crees que es mejor. No es así. Tienes que sentir el aviso de que lo que está pasando es lo que tiene que ocurrir de verdad. He racionalizado hasta la saciedad lo que me conviene y no me conviene. He puesto notas a personas y a cosas e incluso he llegado a hacer valoraciones estúpidas. Todo mal hecho. La próxima vez voy a dejarme llevar por sólo un detalle. Sólo uno. Pero ese detalle seguro que va a cambiar mi vida. Como en aquella ocasión en la que me puse a hablar con ella solamente porque le gustaba una canción.
No es lo que otros ven. No es siquiera lo que otros te dicen que tienes que ver. Es lo que tú ves y la emoción que te produce. Probablemente sea necesario que ocurra algo especial para que lo consideres. Es vital para que tú mismo te creas que no debes substituir algo que no tienes por algo que tú crees que es mejor. No es así. Tienes que sentir el aviso de que lo que está pasando es lo que tiene que ocurrir de verdad. He racionalizado hasta la saciedad lo que me conviene y no me conviene. He puesto notas a personas y a cosas e incluso he llegado a hacer valoraciones estúpidas. Todo mal hecho. La próxima vez voy a dejarme llevar por sólo un detalle. Sólo uno. Pero ese detalle seguro que va a cambiar mi vida. Como en aquella ocasión en la que me puse a hablar con ella solamente porque le gustaba una canción.
martes, 9 de octubre de 2012
ayer, por la tarde, hablé con john titor
Me lo encontré de camino a casa y nos fuimos a tomar un café. Me contó que seguía desplazándose por el tiempo y que, aunque reconocía cosas, su futuro no era igual al nuestro. Estaba preocupado por encontrar la solución para miles de programas informáticos que ya no iban bien, porque los ingenieros del futuro se habían olvidado de muchas cosas esenciales para su funcionamiento. Durmió en mi casa y me contó lo que me iba a pasar. Pero no me creí nada. Por la mañana nos fuimos a una chatarrería en la que trabajé y se emocionó al encontrar una placa base de un viejo pentium III. También se llevó antiguas copias gratuitas del windows 98 y una impresora de tinta sin cartucho. Luego le invité a comer. Dijo que, dentro de unos años, tendríamos un grave problema con la carne y los alimentos y que no se iban a celebrar más olimpiadas. Nunca más. Le acompañé a un descampado y debajo de unos toldos viejos estaba la máquina del tiempo. No era lo que me esperaba. Tenia un aspecto desvencijado y se caía a pedazos. Quizás porque el futuro se parecía más a ese artefacto que a algo pulcro y bello. Se fue. Ahora todo me parece diferente. Puede que mi futuro dependa de una puerta mal cerrada, de un libro no leído o de una mirada que nunca, nunca existió. Igual que ese futuro en el que vive john.
lunes, 8 de octubre de 2012
susana,la madre del mp3
Cuenta la leyenda que, justo en el momento que ciertos ingenieros alemanes trabajan en su laboratorio en el famoso codec de compresión mpeg-1 audio layer III, de repente, sonó una canción en la radio: Tom´s dinner. Era un tema a capella pero, aunque en un primer instante hubiera parecido fácil comprimirlo digitalmente, no fue así. Desde aquel momento, Suzanne Vega fue la madre del mp3. Pasados unos años, manifestó estar contenta del hecho que cambió toda la industria musical. Actualmente creo que no lo estaría tanto.
Muchas veces nos obligan a taponar nuestros sentimientos y estados de ánimo. Se trata de no pararse, de seguir. Nos vamos al médico y lo único que se le ocurre, como solución rápida es una receta con unos tristes anxiolíticos que ni siquiera son los reales porque hay que ahorrar con medicamentos genéricos. Nos vamos a casa y aquí no ha pasado nada. Pero sí que pasa. Hay que expulsarlo. No puede quedarse ahí.
Todo se empieza a apelotonar como un disco duro lleno de datos comprimidos hasta que, un día, estalla y ya no funciona nada. No valen ni lo medicamentos reales. A veces me encuentro en esta situación y lloro sin motivo. Como Barry. Hasta que escucho una canción.
No más lexatín ni orfidal..ya no quiero más. Hoy me planto.
Por que no hay motivo para no expulsarlo todo. Al fin de al cabo, no hay emoción barata.
Muchas veces nos obligan a taponar nuestros sentimientos y estados de ánimo. Se trata de no pararse, de seguir. Nos vamos al médico y lo único que se le ocurre, como solución rápida es una receta con unos tristes anxiolíticos que ni siquiera son los reales porque hay que ahorrar con medicamentos genéricos. Nos vamos a casa y aquí no ha pasado nada. Pero sí que pasa. Hay que expulsarlo. No puede quedarse ahí.
Todo se empieza a apelotonar como un disco duro lleno de datos comprimidos hasta que, un día, estalla y ya no funciona nada. No valen ni lo medicamentos reales. A veces me encuentro en esta situación y lloro sin motivo. Como Barry. Hasta que escucho una canción.
No más lexatín ni orfidal..ya no quiero más. Hoy me planto.
Por que no hay motivo para no expulsarlo todo. Al fin de al cabo, no hay emoción barata.
domingo, 7 de octubre de 2012
eva
Escribir (mal) éste blog me cuesta mucho. No estoy acostumbrado a redactar nada y las cosas que me gusta leer carecen de artificios. Prosa sencilla, directa y sin rodeos. Y de la poesía casi ni hablo. Odio a los literatos como Benedetti, empeñados en utilizar en vano la palabra amor. De verdad que los odio.
La conocí en la página de contactos que todos conocéis y que, los que no tenéis pareja y mucho tiempo libre, habréis visitado más de una vez. Seguro. Nos pusimos a hablar rápidamente. Tengo que confesar que utilicé un truco muy viejo con ella y que suelo utilizar con todas las que me interesan. Es algo patético, lo se, pero en el amor y en la guerra bla, bla, bla. A medida que pasaban los días parecía que algo muy especial estaba pasando. Era algo parecido a lo que te pasa cuando te encuentras con alguien que, sin saber cómo, es capaz de acabar tus frases. O sabe lo que piensas cuando tú estás pensando algo...
Quedamos en vernos un sábado, pero el jueves de esa semana no aguantamos más. Allí estaba en un parque, sentada un banco, mientras su hija pequeña jugaba. Ella habla siempre de sentir un flechazo y del amor loco. Pero yo no sentí eso. Fueron sus ojos los que me guiaron directamente a un espejo en el que me veía reflejado. Y sentí amor, pero del bueno, no el de Benedetti. De ese que se te escapa entre los dedos, o que has visto sólo una vez. Me habló de su vida y de lo mal que lo estaba pasando, porque se sentía culpable de las desgracias de otros. También lloró. Tuve ganas de abrazarla pero no lo hice. Cuando llegué a mi casa, me quedé petrificado porque ella era lo que había perdido. Estaba allí. Pero preferí ser cauteloso y no hacerme muchas ilusiones. Mal hecho.
El sábado salimos a dar una vuelta, como en esas viejas citas. No paré de hablar. Sobre todo porque me temía que todo aquello podía salir mal. Pero no fue así. Ella me dio el primer empujón y luego, rápidamente me lancé. Siempre me pasa igual con la gente que me importa. Dormí con ella toda la noche y por la mañana la acaricié. Los siguientes tres fines de semana fui tan feliz que me daba igual todo. Sentía incluso algo de vergüenza por vivir aquello mientras que todo a nuestro alrededor se caía a pedazos.
Luego llegaron las dudas y se quedaron y decidimos dejarlo por sensatez. La eche muchísimo de menos y un día de esos en los que te toca la lotería, me la encontré en un supermercado. Nos reprochamos cosas y jugué a hacerme el interesante. Lo mejor que tenía que haber hecho es decirle la verdad. Pero tampoco lo hice. A pesar de todo, no me pude resistir y la besé de nuevo. El domingo nos despedimos de forma muy cordial, quería que aquello no se acabará pero, no se porqué, no podía ser. Desde entonces estoy unido a ella a través de un hilo muy finito y un blog en el que dice que es feliz. Creo que está curada. Yo mismo le di el alta.
Ahora paso todo los días con mi coche por su casa y me digo a mi mismo que lo que pasó aquellos días de verano fue amor de verdad.
Claro que lo fue. Claro que sí.
La conocí en la página de contactos que todos conocéis y que, los que no tenéis pareja y mucho tiempo libre, habréis visitado más de una vez. Seguro. Nos pusimos a hablar rápidamente. Tengo que confesar que utilicé un truco muy viejo con ella y que suelo utilizar con todas las que me interesan. Es algo patético, lo se, pero en el amor y en la guerra bla, bla, bla. A medida que pasaban los días parecía que algo muy especial estaba pasando. Era algo parecido a lo que te pasa cuando te encuentras con alguien que, sin saber cómo, es capaz de acabar tus frases. O sabe lo que piensas cuando tú estás pensando algo...
Quedamos en vernos un sábado, pero el jueves de esa semana no aguantamos más. Allí estaba en un parque, sentada un banco, mientras su hija pequeña jugaba. Ella habla siempre de sentir un flechazo y del amor loco. Pero yo no sentí eso. Fueron sus ojos los que me guiaron directamente a un espejo en el que me veía reflejado. Y sentí amor, pero del bueno, no el de Benedetti. De ese que se te escapa entre los dedos, o que has visto sólo una vez. Me habló de su vida y de lo mal que lo estaba pasando, porque se sentía culpable de las desgracias de otros. También lloró. Tuve ganas de abrazarla pero no lo hice. Cuando llegué a mi casa, me quedé petrificado porque ella era lo que había perdido. Estaba allí. Pero preferí ser cauteloso y no hacerme muchas ilusiones. Mal hecho.
El sábado salimos a dar una vuelta, como en esas viejas citas. No paré de hablar. Sobre todo porque me temía que todo aquello podía salir mal. Pero no fue así. Ella me dio el primer empujón y luego, rápidamente me lancé. Siempre me pasa igual con la gente que me importa. Dormí con ella toda la noche y por la mañana la acaricié. Los siguientes tres fines de semana fui tan feliz que me daba igual todo. Sentía incluso algo de vergüenza por vivir aquello mientras que todo a nuestro alrededor se caía a pedazos.
Luego llegaron las dudas y se quedaron y decidimos dejarlo por sensatez. La eche muchísimo de menos y un día de esos en los que te toca la lotería, me la encontré en un supermercado. Nos reprochamos cosas y jugué a hacerme el interesante. Lo mejor que tenía que haber hecho es decirle la verdad. Pero tampoco lo hice. A pesar de todo, no me pude resistir y la besé de nuevo. El domingo nos despedimos de forma muy cordial, quería que aquello no se acabará pero, no se porqué, no podía ser. Desde entonces estoy unido a ella a través de un hilo muy finito y un blog en el que dice que es feliz. Creo que está curada. Yo mismo le di el alta.
Ahora paso todo los días con mi coche por su casa y me digo a mi mismo que lo que pasó aquellos días de verano fue amor de verdad.
Claro que lo fue. Claro que sí.
jueves, 4 de octubre de 2012
papelera de reciclaje
Hace unos días, mi hijo, en un ataque de ira, estampó el mando de la tele contra la pantalla. Hay gente que me recomienda constantemente no fomentar el uso de los videojuegos. Muy bien. Pero los demás niños también lo hacen. Lo que pasa es que el nivel de frustración es mayor en él que en los otros. Y claro, pasan cosas como éstas. Su madre me mandó un mensaje, contándome la anécdota y creo que no le había hecho mucha gracia el incidente, sobre todo porque el electrodoméstico en cuestión era nuevo. Me puse a pensar y encontré dos soluciones casi de forma instantánea La primera era bastante pedestre. Mi familia tiene una casa en un pueblo a la que van a parar todos los trastos que nadie quiere, televisores viejos incluidos. Me podía acercar y traerme uno. La segunda requería una gran dosis de descaro. Se trataba de revolver en lo cajones, buscar algo de valor y vendérselo a una de esas tiendas pintadas de amarillo y que compran oro. Con el dinero que se obtenga se hace un fondo común y voilá, problema resuelto. A la madre de mi hijo no le pareció una mala idea así que buscó la joyas (sic) que teníamos guardadas y me las dio en una bolsita de terciopelo negro. Me fui al sitio en cuestión y cuando me dispongo a comenzar la transacción me encuentro con nuestros anillos de casados. La chica que estaba detrás del mostrador me miró y preguntó por ellos. Le dije que eran míos y que ya era una historia pasada. Setenta euros por cada uno. Me fui dándole vueltas y meditando sobre la cantidad de historias que tendría que escuchar la dependienta de tan curioso negocio todos los días. ¿El problema es la crisis o los que se aprovechan de la crisis?. Vaya ud. a saber.
Muchas veces es necesario deshacerse de algunos pesos muertos que nos quedan y de quitarle a las cosas materiales un valor que no tienen. También se pueden canjear por otras distintas.También. Pero no les tenga mucho apego. Se suele decir que si no echas en falta algo en dos años es que ya no existe para ti. Estoy de acuerdo. Por eso, de vez en cuando, hago una limpieza y tiro lo que ya no me importa.
Muchas veces es necesario deshacerse de algunos pesos muertos que nos quedan y de quitarle a las cosas materiales un valor que no tienen. También se pueden canjear por otras distintas.También. Pero no les tenga mucho apego. Se suele decir que si no echas en falta algo en dos años es que ya no existe para ti. Estoy de acuerdo. Por eso, de vez en cuando, hago una limpieza y tiro lo que ya no me importa.
miércoles, 3 de octubre de 2012
el pequeño salvaje
Las mujeres, los libros y los niños. Esas eran las tres obsesiones de Truffaut y , salvando las distancias claro,creo que son las mías. En mi época de estudiante un profesor alardeaba constantemente de que había compartido piso con él. Nunca me lo creí pero, en el supuesto de que fuera cierto, la genialidad no es una enfermedad contagiosa.
Ayer, mi hijo autista, tuvo la primera experiencia con una actividad extraescolar. Parece ser que el deporte le relaja bastante y le ayuda a integrarse dentro de un grupo. Allí estaba yo, explicándole a una chica bajita con un chandal rosa las particularidades de la mente humana. Es habitual también que, cuando cuento su caso, tenga una especie de bula papal y me concedan privilegios especiales. Al principio me molestaba un poco pero ahora he aprendido a vivir de las desventajas. A lo mejor suena un poco cruel pero me facilita la vida en (escasas) ocasiones. Así que, mientras los demás padres vigilaban a sus niños detrás de una verja de hierro, yo estaba en primera fila, viendo el espectáculo. Eso es lo que más me cuesta, ver las cosas desde tan cerca. Me he acostumbrado a vivir con su enfermedad (sí, con todas las letras, enfermedad) y mucho de lo que hace me resulta normal. Pero cuando juega con otros niños es cuando la realidad me aplasta. Es incapaz de atender a ciertas instrucciones y, cuando no ve alguna utilidad en lo que hace, se aburre y tira por la calle de en medio.
Pienso en lo que pasó hace unos cinco años. Me quedaba sólo con él y jugábamos en un pasillo enorme. Le explicaba juegos de pelota pero no entendía porqué no los entendía. Incluso me cabreaba con él. Un año después lo descubrimos. Una profesora dio el primer toque de atención y saltaron las alarmas. Y yo me hundí. Le eche la culpa a todo el mundo como el que se revuelve dando patadas al aire. Pero todo eso ya pasó.
Como el profesor Itard y Victor, mi hijo y yo pertenecemos a otro mundo. Ese mundo está detrás de esa verja verde. Somos esos que nadie quiere ser, si les dieran la oportunidad de elegir. Y de los que se habla en las conversaciones de otros. Pero a mi no me importa por que, al fin de al cabo, todas las flores se inclinan al mismo tiempo mirando al sol.
Ayer, mi hijo autista, tuvo la primera experiencia con una actividad extraescolar. Parece ser que el deporte le relaja bastante y le ayuda a integrarse dentro de un grupo. Allí estaba yo, explicándole a una chica bajita con un chandal rosa las particularidades de la mente humana. Es habitual también que, cuando cuento su caso, tenga una especie de bula papal y me concedan privilegios especiales. Al principio me molestaba un poco pero ahora he aprendido a vivir de las desventajas. A lo mejor suena un poco cruel pero me facilita la vida en (escasas) ocasiones. Así que, mientras los demás padres vigilaban a sus niños detrás de una verja de hierro, yo estaba en primera fila, viendo el espectáculo. Eso es lo que más me cuesta, ver las cosas desde tan cerca. Me he acostumbrado a vivir con su enfermedad (sí, con todas las letras, enfermedad) y mucho de lo que hace me resulta normal. Pero cuando juega con otros niños es cuando la realidad me aplasta. Es incapaz de atender a ciertas instrucciones y, cuando no ve alguna utilidad en lo que hace, se aburre y tira por la calle de en medio.
Pienso en lo que pasó hace unos cinco años. Me quedaba sólo con él y jugábamos en un pasillo enorme. Le explicaba juegos de pelota pero no entendía porqué no los entendía. Incluso me cabreaba con él. Un año después lo descubrimos. Una profesora dio el primer toque de atención y saltaron las alarmas. Y yo me hundí. Le eche la culpa a todo el mundo como el que se revuelve dando patadas al aire. Pero todo eso ya pasó.
Como el profesor Itard y Victor, mi hijo y yo pertenecemos a otro mundo. Ese mundo está detrás de esa verja verde. Somos esos que nadie quiere ser, si les dieran la oportunidad de elegir. Y de los que se habla en las conversaciones de otros. Pero a mi no me importa por que, al fin de al cabo, todas las flores se inclinan al mismo tiempo mirando al sol.
martes, 2 de octubre de 2012
reyes del tequeclén-tequeclén
Tengo un grupo. Bueno, quizás sea más correcto decir que tocó en un grupo. Hace ya muchos años, mis mejores amigos y yo nos animamos a comprar unos instrumentos baratos y lanzarnos a la aventura. Nunca me gustó la idea preconcebida que tiene muchos sobre el tema y, si en algún momento te piensas que lo haces porque mola o porque vas a ligar más, vas por muy mal camino. Lo primero que recomiendo ante todo (más incluso que el tener destreza) es escuchar mucha música. Pero de la buena.
En aquel momento nos comprábamos muchos discos. Siguen siendo unos objetos de arrebatadora belleza. No sólo por el contenido musical. Muchas veces ( las que más ) mientras los disfrutaba, me quedaba horas y horas escudriñando cada rincón de sus portadas. Recuerdo incluso una fotografía bellísima en la que Jean Marais se apoyaba con los ojos cerrados a un espejo. Creo que toda esa iconografía es importante. Te ayuda a situarte, a buscar referencias. Una reseña o una cita te lleva a otra. Literatura, cine, arte...todo está ahí, pero hay que destaparlo.
Mientras tanto, nosotros seguíamos ensayando. Los domingos era nuestro día en un pequeño local alquilado. Cuando tuvimos los temas suficientes (o más bien creo yo cuando dejamos de tener vergüenza) nos atrevimos a hacer nuestros primeros directos. Eran muy caóticos pero también muy divertidos. De todos ellos aprendí algo que nunca te enseñan en la escuela del rock : que, realmente, tu momento estelar suele durar entre 30 y 45 minutos. El resto es todo preparación y cargar muchos bultos... y todos muy pesados. También hay multas de tráfico por aparcar mal, muchos bocadillos y sacos de dormir. Pero creo que el que lo ha hecho una vez lo vuelve a hacer.
Así que te preparas constantemente para momentos que duran muy poco pero que se disfrutan mucho. Y repites. Claro que repites. Como la vida misma.
En aquel momento nos comprábamos muchos discos. Siguen siendo unos objetos de arrebatadora belleza. No sólo por el contenido musical. Muchas veces ( las que más ) mientras los disfrutaba, me quedaba horas y horas escudriñando cada rincón de sus portadas. Recuerdo incluso una fotografía bellísima en la que Jean Marais se apoyaba con los ojos cerrados a un espejo. Creo que toda esa iconografía es importante. Te ayuda a situarte, a buscar referencias. Una reseña o una cita te lleva a otra. Literatura, cine, arte...todo está ahí, pero hay que destaparlo.
Mientras tanto, nosotros seguíamos ensayando. Los domingos era nuestro día en un pequeño local alquilado. Cuando tuvimos los temas suficientes (o más bien creo yo cuando dejamos de tener vergüenza) nos atrevimos a hacer nuestros primeros directos. Eran muy caóticos pero también muy divertidos. De todos ellos aprendí algo que nunca te enseñan en la escuela del rock : que, realmente, tu momento estelar suele durar entre 30 y 45 minutos. El resto es todo preparación y cargar muchos bultos... y todos muy pesados. También hay multas de tráfico por aparcar mal, muchos bocadillos y sacos de dormir. Pero creo que el que lo ha hecho una vez lo vuelve a hacer.
Así que te preparas constantemente para momentos que duran muy poco pero que se disfrutan mucho. Y repites. Claro que repites. Como la vida misma.
lunes, 1 de octubre de 2012
sirenas
Como todos los lunes y miércoles y desde hace ya tres años, tengo mi ritual. Baño y le doy la cena a mi hijo. Después, recorremos los escasos quince kilómetros que separan la casa en la que vivo de la casa de su madre. En el viaje de ida casi nunca escuchamos música, sólo noticias. Parece ser que a él le relaja más. Pobre. Si se diera cuenta alguna vez de lo que hablan. Pasados unos veinte minutos, mi ex mujer nos espera en la calle, junto al portal. Hace tiempo decidimos que, para evitarnos malos tragos, todo este protocolo fuera lo más aséptico posible. Según la R.A.E. la palabra en cuestión alude a algo que carece de emoción y sentimiento. Así es, después de tanto tiempo, ya me he acostumbrado a dar información sobre mi hijo de la forma más hierática posible. Ella también comparte la suya conmigo y después de despedirme, arranco el coche y me voy. Después busco un cd para que la música me acompañe durante el viaje de vuelta. Es un momento muy intimo en el que no escojo de antemano lo que voy a escuchar. Hace ya un tiempo (y no me preguntéis porqué) grabo los discos que me gustan sin títulos. Hubo un día en el que perdí la capacidad de sorprenderme y fue entonces cuando empecé a hacer cosas tan raras como éstas. Quizás esperaba que mi estado de ánimo coincidiera alguna vez con ese disco sorpresa. Hoy pasó. Liz me ayudaba a llegar a mi destino.
Ya es de noche. Desde la autopista, una enorme luz en movimiento señala el lugar en el que viven las sirenas. Estuve allí una sola vez, pero no eran como yo me las había imaginado. Hablan mucho, te dicen lo que quieres oír y luego se van. Hay gente que lo da todo sólo por verlas unos pocos minutos. Y es verdad.
Llego a un túnel y la luz deja de verse. Pero están allí,todos lo saben. Ya me falta poco para llegar a casa.
Liz deja de cantar y el motor se para. Ya no están, se han ido. Puede que mañana me encuentre con alguna. Pero por el día se parecen a las demás. Ni siquiera cantan.
Ya es de noche. Desde la autopista, una enorme luz en movimiento señala el lugar en el que viven las sirenas. Estuve allí una sola vez, pero no eran como yo me las había imaginado. Hablan mucho, te dicen lo que quieres oír y luego se van. Hay gente que lo da todo sólo por verlas unos pocos minutos. Y es verdad.
Llego a un túnel y la luz deja de verse. Pero están allí,todos lo saben. Ya me falta poco para llegar a casa.
Liz deja de cantar y el motor se para. Ya no están, se han ido. Puede que mañana me encuentre con alguna. Pero por el día se parecen a las demás. Ni siquiera cantan.
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